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En México, hábitat del 10% de toda la biodiversidad, es
una actividad planeada, organizada, apoyada logística y
económicamente, e involucra a distintos actores
privados, públicos y del crimen organizado
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Guacamayas,
loros, monos araña, otros mamíferos y reptiles
mexicanos, son extraídos de sus hábitats y pueden ser
encontrados incluso en mercados y tianguis del país
Por Antena Radio / 3a. Edición / Sección
Medio Ambiente, ¿Qué puedo hacer yo?, con Francisco Calderón Córdova / IMER - Horizonte 107.9 FM, - 1220 AM y - Radio México Internacional (a todo el mundo)
/ Ciudad de México /
6 de junio de 2016.
Este
año, la estridencia mediática sobre los procesos electorales
que concluyeron ayer -5 de junio-, robó protagonismo a una
fecha que, desde mi perspectiva, debiera tener la mayor
relevancia porque se trata de un llamado a la protección y a
la defensa del patrimonio natural que sustenta a la vida en
el planeta: el Día Mundial del Medio Ambiente.
Así como a muchos nos indigna la dilapidación y hasta el
robo descarado de los fondos públicos en el país, y con
nuestro voto buscamos castigar a los responsables, del mismo
modo debiéramos señalar y hacer resarcir los daños a quienes
están lucrando a costa de la devastación de nuestro capital
natural.Y justamente es éste el tema del Día Mundial del
Medio Ambiente en el 2016: la lucha contra el comercio
ilícito de la flora y fauna en el mundo.
“Vuélvete salvaje por la vida” (Go Wild for Life) es
el lema de las Naciones Unidas para este año y está
invitando a todos los habitantes del planeta a tener
tolerancia cero frente al comercio ilícito de especies de
plantas y de animales, a superar la indiferencia y a
denunciar para conseguir eventualmente una mayor efectividad
en la lucha en contra de este delito que está afectando a la
diversidad biológica del planeta.

Hay especies animales que, por su espectacularidad y su
elevadísimo riesgo de extinción, son fácilmente
identificables por todos nosotros y cuyas imágenes están
siendo utilizadas en campañas internacionales (como el
elefante, el rinoceronte, los tigres, los gorilas o las
tortugas marinas). De hecho, en el 2011, el rinoceronte de
Java se extinguió ya en Vietnam y, ese mismo año,
desaparecieron los últimos rinocerontes negros en Camerún.
En los países de África Occidental (como Gambia, Burkina
Faso, Benín y Togo), los grandes simios han desaparecido ya;
en Indonesia, aves como el
Rhinoplax Vigil o mamíferos como los pangolines no existen
más.
Sin embargo, son muchísimas más las especies vivas que hoy
son objeto del comercio ilegal, el tercer delito más
importante sólo después del tráfico de drogas y de armas en
todo el mundo, y que –de acuerdo con la Oficina de las
Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC)- cada
año reporta ganancias del orden de los 100 mil millones de
dólares al crimen organizado.
En Latinoamérica, las especies más traficadas son: el tapir,
el venado, distintos mamíferos marinos, armadillos,
tortugas, reptiles, el gato salvaje, plantas ornamentales
–incluida la orquídea- y peces de agua dulce; y los
principales destinos del mercado ilegal de especies
latinoamericanas son: los Estados Unidos, Japón, Hong Kong,
Egipto, China, el sudeste asiático y naciones europeas como
España, Alemania y Francia.
Particularmente, en México (que es el hábitat de más del 10
por ciento de la diversidad biológica del planeta), el
tráfico ilegal de especies es una actividad bien organizada
donde
hay una planeación bien calculada, apoyo económico
significativo, uso de amenazas y violencia, gestión
internacional de embarques, falsificación y alteración tanto
de permisos como de certificados y grandes ganancias
económicas. Por estas mismas razones –y, desde luego, por el
desconocimiento e indiferencia de la gente-, miles de
guacamayas, loros, monos araña, otros mamíferos y reptiles
mexicanos, son extraídos de sus hábitats y pueden ser
encontrados incluso en mercados y tianguis del país.

La Organización de las Naciones Unidas nos convocó ayer
justamente a esto; a trabajar para que la población
comprenda el tamaño del problema del tráfico ilegal de fauna
y flora en el mundo. Pero, sobre todo, nos invita a
informarnos y a que percibamos con claridad la manera en que
estas actividades criminales están mermando a la riqueza de
nuestras naciones y de sus pueblos.
Sólo así -conociendo la magnitud del problema- seremos
capaces de coordinar esfuerzos entre gobierno y sociedad, y
de emprender acciones efectivas de protección y en beneficio
de nuestro medio ambiente.
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