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En México, sólo el 21 por ciento de la
energía eléctrica proviene de fuentes limpias (como las
hidroeléctricas, la energía térmica, la eólica y la
solar)
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El
compromiso para el 2025, que el sistema eléctrico de
nuestro país funcione con el 35 por ciento de energías
limpias y, para el 2050, con el 50 por ciento
Por Antena Radio / 3a. Edición / Sección
Medio Ambiente, ¿Qué puedo hacer yo?, con Francisco Calderón Córdova / IMER - Horizonte 107.9 FM, - 1220 AM y - Radio México Internacional (a todo el mundo)
/ Ciudad de México /
15 de febrero de 2016.
Ayer -14 de febrero- fue también el
Día Mundial de la Energía, una fecha que provoca hacer una
revisión de los avances y retrocesos que en la materia se
están dando en el planeta y en nuestro país. Creo que, primero, llama la atención
enterarse de que más de un tercio de la población mundial no
tiene acceso a las formas avanzadas de energía. Es decir, hoy todavía hay comunidades
humanas –más de 2 mil millones de personas- cuyas
condiciones de marginación económica y social les mantienen
sin acceso a la electricidad, a los combustibles fósiles y
ya no se diga a las energías renovables (como la eólica o la
solar).
De hecho, es en los 30 países más
desarrollados del planeta –en esos donde se concentra el 15
por ciento de la población mundial-, donde se consume más
del 60 por ciento de todas las formas modernas de energía. Y hay que señalar que, actualmente, el
80 por ciento de la energía que utilizamos en el mundo
proviene de fuentes fósiles o no renovables (como el
petróleo, el carbón y el gas); y que las fuentes de energía
limpia o renovable significan sólo el dos por ciento de toda
la producción energética del planeta.

El panorama se torna urgente de
resolver cuando los pronósticos nos señalan que, dentro de
sólo 14 años, la demanda energética en el mundo será del
doble y, para el 2050, el triple de lo actual.
Para nadie es un secreto que esta
desmedida utilización de combustibles fósiles está causando
un severo impacto en el medio ambiente, en los sistemas
sociales y en la salud de todos los seres vivos (esto,
fundamentalmente por el desequilibrio causado en el ciclo
del carbono de la atmósfera por los gases de efecto
invernadero). Hay consenso entre la comunidad
internacional respecto de la urgencia de cambiar las reglas
–es decir, el marco legal- para el uso y aprovechamiento de
los combustibles fósiles; todos entendemos bien que hay que
encaminar a la humanidad hacia una transformación del modelo
energético actual que combata, eficazmente, los impactos
ambientales que ya están significándonos costos (el
principal, sin duda, la agudización de la pobreza en todo el
orbe y la emergencia del cambio climático).
En este sentido –hay que reconocerlo-
México registra, en comparación con otras naciones, avances
significativos en esa dirección. Hace unas semanas, durante
la Cumbre Mundial de Energía del Futuro 2016, el
Ejecutivo Federal refrendaba ante la comunidad internacional
el compromiso de que, para el 2025, el sistema eléctrico de
nuestro país funcione con al menos el 35 por ciento de
energías limpias y, para el 2050, con el 50 por ciento. Actualmente, en México sólo el 21 por
ciento de la energía eléctrica proviene de fuentes limpias
(como las hidroeléctricas, la energía térmica, la eólica y
la solar).

Para abonar al logro este de
compromiso, del 2012 al 2015 se han hecho inversiones del
orden de los 150 millones de dólares en materia de
investigación y desarrollo tecnológico (Centros Mexicanos de
Innovación en Energía), además de que grandes corporaciones
trasnacionales (Wal-Mart, Volkswagen, Soriana) están
contratando fuentes de energías renovables para su
operación.
No sólo en México, sino en todo el
mundo, es necesario que las políticas públicas de transición
energética involucren y se ocupen del ámbito local y
regional; es decir, debemos hacer todo lo posible para que
las comunidades que no tienen acceso hoy a las formas
avanzadas de energía, den un salto cuántico y adopten
fuentes energéticas limpias para cubrir sus crecientes
necesidades. El sector del transporte deberá,
también, acelerar su transformación y transición energética,
al igual que la industria y la agricultura; y en nuestros
hogares y en espacios laborales, deberemos esforzarnos por
aprovechar de mejor manera, consciente y responsablemente,
la energía.
Es importante que, como ciudadanos responsables social y
ambientalmente, nos informemos y busquemos la mejor forma de
participar en este gran esfuerzo por llenar nuestras vidas
de energía limpia, de energía que además de no restar
nuestro confort, tampoco atente contra nuestra salud y que
nos encamine hacia niveles de equidad y prosperidad
verdaderamente sustentables.
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